lunes, 2 de noviembre de 2009

La distancia no es el olvido

Nunca más te veré. Estoy segura de ello y, sin embargo, me torturo a mi misma pensando en ti. Sólo permaneces vivo en mi recuerdo porque el pasado no vuelve y no paro de imaginarme una vida que nunca sucederá. Estaba tan segura cuando estábamos juntos que no sé cómo pude dudar tanto en tus ausencias. Culpa mía, todo es culpa mía. No saber perdonar o no poder olvidar son las causas que han desembocado en este triste final. No creo que nunca vuelva a querer a nadie como te quise. Intento no pensar en ti y, en ocasiones, lo consigo, pero de nuevo siempre vuelves. Hoy te leí de nuevo, me describías, hablabas de mi sonrisa y de mi adicción al café. Nadie en el mundo me conoce tan bien y puede que yo también te conozca a ti más que cualquier otra persona.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Paqui:
Estoy padeciendo por ti, veo que lo pasas mal.
Es hora de que pares un poco y pienses que quieres hacer en tu vida.
Sabes que siempre tendras mi apoyo.
Besos.
JC

Anónimo dijo...

Jamás digas nunca. Nunca es una palabra con un significado muy grande y excluyente. Además, el mundo y nosotros somos muy pequeños como para que no vuelvan a pasar y a surgir momentos importantes, enriquecedores e inolvidables. Cuídate mucho y mucha suerte. Besos y abrazos......EXITOS!!!!
Ax3+C
PS:tqm

amiga dijo...

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida.
Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto.
Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos. Como quieras llamarlo, lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminaste con tu trabajo?, ¿Se acabó la relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La amistad se acabó?
Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente „revolcándote“ en los porqués, en devolver el casette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.
El desgaste sería infinito porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanas, todos y todas, estamos abocados a ir cerrando capítulos, a pasar la hoja, a terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué.
Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltar, hay que desprenderse.
No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes,
ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.
No. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, documentos por tirar, libros por vender o regalar. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
Dejar ir, soltar, desprenderse.
En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar.
No esperes que te devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Porque si tú andas por la vida dejando „puertas abiertas“, por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción.
Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de „regresar“ (a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron.
¡Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo!, si no, déjalo ir, cierra capítulos.
Pero no por orgullo ni soberbia, sino porque tú ya no encajas allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio. Tú ya no eres el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.
Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. ¡Esa es la vida!