martes, 8 de noviembre de 2011

A la caza del chollo

14 horas. Tengo los dedos entumecidos del frío, no siento las orejas y empiezo a tener hambre. Llevo dos horas de plantón a las puertas de una tienda.
"La espera bien vale la pena", me digo a mí misma mientras miro la cola. Echo un vistazo a mi alrededor. La chica de delante -buscadora de gangas profesional- me explica que debo ir al Mercadillo de Majadahonda. Tomo nota, nunca se sabe. La cola no avanza y yo estoy más desesperada por entrar a cada minuto que pasa. Trato de escudriñar por una ventana pero mis intentos resultan infructuosos. Nunca había hecho cola tanto rato, ni siquiera en aquel concierto en el que yo todavía era una adolescente impresionable, aunque una vez estuve metida en un atasco más de dos horas.
Se cruza Jon Sistiaga, o al menos creo que es él, le observo fijamente durante un rato preguntándome si realmente es él, me mira indiferente y pasa de largo. ¡Mierda, perdí la oportunidad de pedirle una entrevista!
La puerta se abre, ¡por fin llega el momento esperado! Montones de ropa por todas partes. Esto es la jungla, la ley del más fuerte...

domingo, 23 de octubre de 2011

Domingo 23 de octubre

Hoy me siento sola. Acabo de despertar y el cielo está gris. Es domingo, la calle está tranquila y escucho el silencio. Me gusta el silencio hasta que me pongo a pensar demasiado y entonces mis pensamientos rompen la calma inicial. Tantas dudas y siempre de camino hacia algún lugar. Las cosas que se dicen y que quedan grabadas en la memoria, lo que no se dice y lo que es mejor no decir. Imagino el mar, el sol y una persona a mi lado, todo parece tan idílico y perfecto, aunque tal cosa no exista. Hoy estoy triste y necesito un abrazo.

sábado, 11 de junio de 2011

Colombia Décima Parte: CALI

Estaba nerviosa porque iba a ir a casa de Adolfo por primera vez. Él ha venido un montón de veces a mi casa y yo pues también había estado en la suya en Alemania, pero ahora era diferente porque iba a conocer a su madre. Durante los días que estuve en Cali me llevaron a conocer un montón de sitios, aunque no fui a bailar salsa (ir a la capital mundial de la salsa y no bailar...).
Cali está rodeada de montañas y de verde. Tiene buenas carreteras, es una ciudad grande y moderna. Me sorprendió. Nunca pasé miedo en sus calles, ni me sentí insegura. Digo esto porque vi un reportaje de Callejeros en el que dejaban a Cali muy mal, lleno de estereotipos sobre Colombia que no reflejan exactamente la realidad.
Toda la familia de Adolfo había oido hablar de mí. Allí la familia es mucho más cercana que en España y se lo cuentan todo mucho más. El caso es que sabían muchas cosas de mí, que ni siquiera yo imaginaba que supieran. Todos querían conocerme y me sentía halagada.

Visité los lugares más turísticos de la ciudad. Lo más bonito es el Barrio de San Antonio. Aunque la subida al Cristo Rey también me encantó.

Pero lo más bonito fue compartir esos momentos con Adolfo. Por último dejo una foto de los dos paseando una noche por Cali.

Colombia Novena Parte: Último día en Santa Marta

El último día en Santa Marta fue, quizás, el más intenso. Nos pasamos gran parte de la mañana buscando unas estampitas de Santa Marta, porque mi madre quería que le llevara. Caminamos mucho por la ciudad y por la tarde cogimos un taxi camino al aeropuerto. Dado que faltaban dos horas para irnos, le pedimos al taxista que nos llevara a las conocidas playas de "El Rodadero" porque no nos había dado tiempo a ir. Lo que ocurrió fue mejor. El taxista nos hizo de guía turístico durante una hora. Me encantó el paseo. Empezamos conociendo al padre de un futbolista muy muy conocido en Colombia apodado el "Pibe" (no conocía de la existencia de tal futbolista hasta ese día, aunque tiene un monumento, al que también nos llevó). El hombre estaba sentado delante de su casa, una vivienda que parecía humilde, en un barrio que también lo parecía. Me llama la atención la sencillez de la gente y la tranquilidad, sobre todo eso.
Después fuimos hacia una parte alta de la ciudad para ver las vistas de toda Santa Marta. Justo a nuestro lado un barrio muy pobre se alzaba. El taxista nos dijo que no nos preocupáramos pues a pesar de que se trataba de un barrio de Estrato 1, el más bajo, en Santa Marta no existen problemas graves de delincuencia como en el resto del país. La verdad es que se veían los conductos de agua y luz que alimentaban de forma "ilegal" a todo el barrio.

Lo mejor del paseo fueron las playas de Taganga. Preciosas. Simplemente dejo una foto, no hace falta decir más.




















Las playas del Rodadero me decepcionaron. Era un lugar turístico sin más. Parecía Benidorm en el Caribe. Edificios altos, mucha gente, hoteles,...

Por último el aeropuerto de Santa Marta.... Era tal cual me lo había imaginado, incluso mejor. No había estado nunca en un aeropuerto caribeño, pero si hubiera tenido que describir alguno el de Santa Marta seguro se habría parecido mucho. Rodeado de palmeras, al lado del mar, con una pista de aterrizaje y despegue pequeña, totalmente abierto, con ventiladores en el techo,... Hasta el aeropuerto me pareció relajado. Kein Stress!! Ya íbamos de camino a Cali.

Colombia Octava Parte: Santa Marta

Nunca había visto tanta mendicidad en mi vida como la que vi en Santa Marta. Era exagerado y triste. Sucede, obviamente, también en España y cada vez nos volvemos más indiferentes ante la pobreza. No se puede dar dinero a todo el mundo y llega un momento en el que, sin casi darse uno cuenta, se ignora lo que se ve. Cuando volví a España, vi un programa de televisión en el que traían a España a integrantes de unas tribus y les paseaban por Madrid y Barcelona. Era gente que vivía en lugares remotos, con costumbres cerradas y sin casi contacto con la supuesta "civilización". Me llamó la atención cuando uno de ellos, paseando por Madrid, se fijó en la gente que dormía en la calle y se indignó. No podía entender cómo en un lugar en el que había tantas casas se podía permitir que hubiera gente durmiendo en la calle, su razonamiento era lógico, realmente no lo entendía y tenía toda la razón. Aquí dejo el pequeño fragmento (de lo que hablo está en el minuto 6:15) :




Por otra parte, Santa Marta es una ciudad cuyo centro es novísimo, las plazas están arregladas, las calles también, aunque llama la atención la cantidad de basura que hay en las playas del centro, en general está muy bien cuidado y se nota que se trata de una ciudad pensada para turistas.



Ahora mirando la foto he visto un matiz en el que no me había fijado y creo que es curioso. Simón Bolivar, el libertador, justo detrás un edificio del banco BBVA.

Una de las cosas que más me llamaron la atención fue al coger el bus para ir al parque Tayrona. Tuvimos que pasar por un mercado que era enorme y colorido (como todo allí), no sabíamos a qué autobús debíamos dirigirnos pero allí estaban los chicos del autobús que van recogiendo a gente y les informan de dónde van. Lo siguiente que ocurrió en el camino fue todavía más chocante para mí. Un chico iba encaramado a la puerta del autobús gritando a los peatones hacia dónde nos dirigíamos para, en caso de que algún peatón estuviera interesado, subirse en cualquier parte. Sin paradas de autobús definidas y con los autobuses sin direcciones fijas me preguntaba cómo la gente es capaz de saber dónde tiene que coger los autobuses, pero lo saben, inexplicablemente. La gente llega dónde quiere. Cuando llegamos al parque pregunté los horarios de los autobuses de regreso y simplemente me contestaron: "Van pasando", cosa que me inquietó un poco, pero comprendí que debía relajarme y despreocuparme pues realmente los autobuses van apareciendo.

Colombia Séptima Parte: Estoy en Santa Marta!!! Parque Tayrona

Sin duda lo mejor del viaje fue la visita al parque Tayrona. No hay palabras que puedan describir la belleza del lugar y sólo me queda desear volver. Hoy, ya han pasado 6 semanas desde que volví de Colombia, y no puedo esperar para regresar. Hay una gran cantidad de Parques Nacionales cuya naturaleza no sólo impresiona, también engancha, sin duda es un lugar mágico. No creo que tengamos lugares como ese en Europa, sí hay bosques, pero no conjugan tantas cosas juntas. Tayrona está a los pies de la Sierra Nevada de Santa Marta y es un entorno virgen. Cuenta con una vegetación espesa, recuerdo que tuvimos que caminar más de una hora para llegar a la playa y los árboles eran tan altos y frondosos que no podíamos ver el cielo. La humedad hacía que, sin pegar el sol directamente sobre nosotros, estuviéramos empapados.

Cuando llegamos a la playa lo que más me impresionó fue la quietud. No había barcos en el horizonte, los aviones tampoco se cruzaban en el cielo y, cuando echabas la vista atrás, sólo se veía selva y la Sierra con nieve perpetua.


jueves, 19 de mayo de 2011

Spanish Revolution

Hastío generalizado, eso es lo que hay. No tienen un nombre ni un discurso común y el movimiento aglutina gente de todas las ideologías. Españoles hartos, indignados de que la clase política no les tenga en cuenta, cansados de no tener trabajo, jóvenes sin expectativas, padres de familia, parados, amas de casa, estudiantes, jubilados... Cuando vi la primera foto de la Puerta del Sol abarrotada de gente me saltaron las lágrimas, sentí que por fin habíamos despertado.















No es nada en concreto y es todo en general. Creo que este es el inicio de un movimiento que seguirá, por lo menos, hasta las elecciones generales del año que viene. Han subestimado el poder del pueblo y lo peor que han podido hacer es prohibir las manifestaciones en diversos puntos de España, ya que ha animado a más gente a seguirla.
He leído de todo, desde quienes dicen que la manifestación es de izquierdas y se trata de una especie de complot ideado para hacer que los votantes de derechas no acudan a las urnas, otros dicen que es derechas y el movimiento va en contra del gobierno. Yo creo, sinceramente, que no es de nadie y, aunque algunos políticos han intentado subirse al carro para aprovechar el tirón, lo que ha quedado claro es que entre los manifestantes no hay una ideología homogénea, ni un discurso común, es indignación de TODOS. Los españoles estamos hartos de la situación política, con un Bipartidismo en el que no nos sentimos representados la mayoría de los ciudadanos, de la situación económica, de la altísima tasa de paro (sobre todo el juvenil),...
De todas formas debemos esperar a ver qué ocurre en los próximos meses. Tengo la esperanza de que entre todos algo puede cambiar.

viernes, 6 de mayo de 2011

Colombia Sexta Parte: de camino a Santa Marta

Cogimos un taxi dirección la estación de autobuses de Cartagena. Me daba pena dejar atrás una ciudad que casi no había tenido tiempo de conocer, pero a la vez sentía curiosidad por el resto de cosas que todavía me eran desconocidas. Cuando llegamos a la estación no había ya autobuses directos a Santa Marta así que tuvimos que coger un autobús a Barranquilla y de allí a Santa Marta. El camino fue curioso. Cada rato subían vendedores al autobús con el fin de vender alguna cosa de comer o beber, allí nunca se pierde la oportunidad de vender. El autobús circulaba a unos 60 km/hora por una carretera mal asfaltada y de doble sentido. En ocasiones, la naturaleza era tan abundante que parecía que se iba a comer la carretera. Pasamos por enmedio de innumerables pueblos en los que nadie parecía tener mas ocupación que pasar el tiempo. En los pueblos las casas parecían sencillas y las calles eran de tierra. El color me tenía fascinada. Todo estaba rodeado de un verde vibrante y muchísima luz. Cuando llegamos a Santa Marta ya era tarde pero nos dió tiempo a pasear por la Bahia de Santa Marta y comer patacones.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Colombia Quinta Parte: Cartagena de Indias 2


Pude seguir disfrutando de Cartagena sólo un día más. Caminamos por el centro de Cartagena y, durante la mañana, fuimos al castillo de San Felipe. A la vuelta, antes de coger el autobús dirección Santa Marta, pude ver calles llenas de vida. Me llamaba la atención el caos reinante en la ciudad, caos que más tarde comprobaría se extrapola a los lugares que he conocido en Colombia. Pero es un caos multicolor, con música de fondo y lleno de luz. Los coches inventan sus carriles, cuando no están pintados en el asfalto, y los peatones sortean el tráfico, inexplicablemente, sin ser atropellados.

martes, 3 de mayo de 2011

Colombia Cuarta Parte: Islas del Rosario

Ya habíamos madrugado y caminamos hasta el puerto. Desde allí pudimos coger una lancha que nos llevaría a visitar las Islas del Rosario y playa blanca, en la Isla de Barú. El guía era todo un personaje y se hacía llamar a sí mismo "Chocolate", pues era de ese color. Su manera de hablar era graciosa, aunque repetía una y otra vez los mismos tics. Parecía una persona despreocupada y feliz, aunque obviamente eso no se ve a primera vista. Cuando salimos de la Bahía de Cartagena no pude evitar pensar que la zona nueva de la ciudad, llena de edificios, se parecía enormemente a Benidorm o a ciertas zonas de Miami. En el camino de ida recogimos a personas de otras islas, pobremente habitadas, para llevarlos a Playa Blanca, supongo que para hacer negocio con la ingente cantidad de turistas que llegan a la isla. En la Isla de Barú, durante los pocos minutos que paramos, pude ver a dos policías en la arena, caminando como si estuvieran patrullando en cualquier otra parte y sin que les afectara el agobiante calor.
Nos enseñaron, de lejos, las Islas tanto las que pertenecen al Estado, como a personas privadas. Pablo Escobar tenía una islita con una casa allí, ahora del Estado, el Presidente de la República también veraneaba allí en otra isla y, cómo no, la más internacional de todas las cantantes colombianas, también tenía una islita.
Paramos en una isla que tenía un acuario, unos se quedaron, nosotros preferimos hacer snorkeling, decisión acertada a mi entender. Chocolate, nuestro guía, empezó a enseñarnos y señalarnos corales con nombres inverosímiles: "Miren el coral huevo", "aquí el coral fuego",... yo creo que se inventaba algunos de los nombres y allí los turistas no tenían cómo replicar que aquél coral no era de nombre hongo. Sea como fuere me impresionó. Tan poco profundos y tan ricos, llenos de vida. Había hecho buceo con oxígeno en España, pero ni a 18 metros se podía ver tanto como allí desde la misma superficie. Agua clara, peces multicolores y muchos corales. Chocolate había cumplido y nos llevaron a comer a Isla Barú.

La playa era preciosa pero estaba abarrotadísima de gente. Con tan sólo poner un pie te intentaban vender lo que fuera. "Le regalo señora,..." Esa era la palabra utilizada para confundir lo que de verdad querían. Te ponían las cosas en las manos para, en cuanto las tuvieras, cobrarte, dado que ya lo habías cogido y aceptado, a pesar de no saber ni cuánto valía ni de qué le habían puesto a uno en las manos. Menos mal que Chocolate nos advirtió de la triste realidad y nadie logró confundirnos. Comimos pescado, caminamos por la playa, nos relajamos un poco, buscando la sombra para no acabar quemada.
A las tres de la tarde se acordó la vuelta a Cartagena. El mar estaba picadísimo y fue una auténtica pesadilla. La lancha corría más que ninguna y chocaba tan fuerte contra el mar que, en alguna ocasión, pensé que iba a salir volando. Encima mucha más gente había subido. A un pobre chino, al que Chocolate no recordaba haberle llevado, casi le sacan de la lancha. "Usted no vino con nosotros", sentenció Chocolate. El pobre se agarró y miraba asustado, sabiendo que hablaban de él pero sin entender palabra. Intuía que le querían sacar de allí y se enganchó con fuerza a la barra de hierro. Finalmente el malentendido se arregló, pero la cara de susto del turista se me quedó grabada.

Colombia Tercera Parte: Cartagena de Indias 1


La primera noche no pude dormir. Hablé horas y horas,... salimos en plena madrugada a pasear. Cartagena dormía. Las calles estaban vacías y la luz tenue de las farolas me hacían descubrir una ciudad maravillosa. Tuve la suerte de alojarme dentro de la ciudad amurallada y la experiencia de caminar por las calles desiertas fue increible, aunque no supe cuanto hasta la mañana siguiente que todo se llenó de gente, trasiego y alboroto. Imaginaba en mi paseo personajes de las novelas de García Márquez, paseando por dónde yo lo hacía. ¡Qué lugar tan maravilloso! Volvimos al hotel a tiempo para tomar el desayuno, por cierto, riquísimo. Jugo de sandía, una tarrina con fruta tropical, un buen café y un sanwich caliente. Un buen desayuno para empezar un día que iba a ser largo.

Colombia Segunda Parte: reencuentro

Cogí el avión en España rumbo a Cartagena. Estaba nerviosa ante el viaje de 17 horas que se presentaba por delante. Tampoco sabía muy bien qué me iba a encontrar. Llegué primero al aeropuerto de Bogotá y Adolfo me vió por el cristal, aunque no pudimos coincidir hasta llegar a Cartagena. Hacía dos años y medio que no le veía, desde que dejé Alemania, más o menos, y es el novio más duradero y estable que yo he tenido. Lo cierto es que cuando él abandonó Alemania en noviembre de 2008 pensé que tal vez nunca le volvería a ver. Obviamente me equivoqué. El viaje llevaba planeándose desde hacía meses. Sólo habíamos dejado de hablar durante un período posterior a la ruptura, después seguimos, como amigos, conversando.
Nos encontramos en Cartagena y, de repente, yo estaba en Frankfurt y él me recogía en el aeropuerto. Era tan extraño el reencuentro que volví a utilizar el lenguaje que sólo utilizaba con él, poniendo diminutivos a las palabras, utilizando la mirada para decir cosas,.. Pensaba que era impresionante lo mucho que me conocía y yo le conocía a él.

Colombia Primera Parte

Nunca en mi vida había visto un país tan hermoso y tan desgraciado a la vez. No puedo entender cómo un lugar que podría ser el auténtico paraíso en la tierra se ha convertido en uno de los lugares más conflictivos del mundo, con una guerra interna que dura ya demasiado. Tierra fértil, aprovechada para el narcotráfico, un lugar en el que se trivializa la vida y la muerte, todo por culpa de un mismo denominador común. Lo cierto es que he quedado impresionada y maravillada. Pero también, por qué no decirlo, estaba asustada antes de emprender mi viaje.
Para ser sincera, nunca tuve miedo en tierras colombianas y más de uno me repitió aquella frase de: "El único riesgo es que te quieras quedar". En parte, tienen razón. Aún así, para mantener esa seguridad de la que gozan deben desplegar un auténtico arsenal de policías, militares y armas, recursos que podrían utilizar en combatir desigualdades sociales, invertir en sanidad pública, educación,... Comenté en más de una ocasión que el despliegue me parecía exagerado. "A mí me alivia verlos, sé que estoy segura", me aseguraron. ¿Por qué será que a mí me causan inquietud y no alivio? No creo que con las armas se llegue a nada. Sólo provoca más guerra, destrucción y revanchismo. Curiosamente, mientras esperaba en el aeropuerto de Bogotá, me senté a comer patacones (no sabía que me encantaba el plátano frito, pero me encanta) y, casualmente, en la mesa que elegí al azar, se encontraba un hombre de mediana edad comiendo. No recuerdo quién inició la conversación y, sin saber si es cierto o no pues no puedo comprobar lo que comentó, me dijo que él era abogado y estaba actualmente personado en varias causas contra el Estado Colombiano por actuaciones de militares en zonas rurales. Aseguraba que la única vía de acabar con la guerrilla era la negociación pacífica, "la guerra sólo lleva a más guerra y rencor". Los campesinos cultivan coca porque la guerrilla les obliga y, por otro lado, los militares les matan como si fueran guerrilleros, así se apuntan tantos. A penas duró media hora la conversación, pero en ella encontré varios comentarios interesantes y un relato amargo sobre el asesinato de un amigo cercano que era catedrático de universidad. "¿Hasta cuándo el Estado Colombiano podrá pagar tal despliegue militar? Llegará un momento en el que no le prestarán más dinero", aseguraba el señor.
La conversación me hizo pensar durante mi viaje de vuelta a España, periplo que contaré más adelante, ahora quiero pues empezar por el principio, es decir, contar toda mi experiencia colombiana.

sábado, 9 de abril de 2011

He dado mi primera clase (en prácticas)

El pasado jueves di mi primera clase en el Instituto. Sólo han sido prácticas y no tengo vocación de profesora, pero me ha gustado y he aprendido mucho. Voy a empezar por el principio porque hace demasiado que no cuento nada. El año pasado empecé el Máster (el antiguo CAP) que me capacita para ser profesora de Secundaria y de Ciclos Formativos, a la vez he estado trabajando, así que la experiencia ha sido algo agobiante dado que no he tenido tiempo para casi nada. He estado desde el mes de febrero con los alumnos del Ciclo Formativo de Realización y me ha encantado poder ver sus trabajos, ayudarles con la redacción de noticias audiovisuales y, claro está, mi clase que ha sido sobre el reportaje audiovisual. Cuando terminé me felicitaron, incluso el profesor me dijo que había trabajado muy bien y que los nervios que decía que tenía no se me habían notado (de algo ha debido servir tanta exposición durante mis años universitarios y, claro está, los trabajos delante de la cámara).
Recuerdo en el cole lo nerviosa que me ponía cuando tenía que dar las temidas charlas. Me las aprendía de memoria y, si se me olvidaba una palabra, me quedaba atascada un momento. Me sudaban las manos, me ponía roja, caminaba de un lado a otro,... lo pasaba muy mal. Así que me he sentido bien al dar la clase, hablar segura (aunque por dentro estaba hecha un flan) y ver cómo los alumnos escuchaban con atención todo lo que decía.
Ahora sólo me queda la última parte,... les puse un ejercicio que debo corregir y poner nota. Seré buena con ellos.

sábado, 2 de abril de 2011

Hoy he decidido volver a escribir

Hace muchísimo tiempo que no escribo en el blog y me apetece volver a escribir. He estado leyendo algunas partes y me he dado cuenta que había olvidado muchas cosas de Berlín, por ejemplo, y ver las cosas que sentía y veía en ese momento me hace recordar mejor mi vida en Alemania. Lo cierto es que gracias a mis posts mis familiares sabían curiosidades de aquello que me ocurría.
Además ya ha pasado cierto tiempo desde que ocurrió el episodio más duro que he tenido que afrontar en mi vida, y ya vuelvo a ser yo (o eso intento), feliz, confiada y con muchas ganas de vivir.