martes, 3 de mayo de 2011

Colombia Cuarta Parte: Islas del Rosario

Ya habíamos madrugado y caminamos hasta el puerto. Desde allí pudimos coger una lancha que nos llevaría a visitar las Islas del Rosario y playa blanca, en la Isla de Barú. El guía era todo un personaje y se hacía llamar a sí mismo "Chocolate", pues era de ese color. Su manera de hablar era graciosa, aunque repetía una y otra vez los mismos tics. Parecía una persona despreocupada y feliz, aunque obviamente eso no se ve a primera vista. Cuando salimos de la Bahía de Cartagena no pude evitar pensar que la zona nueva de la ciudad, llena de edificios, se parecía enormemente a Benidorm o a ciertas zonas de Miami. En el camino de ida recogimos a personas de otras islas, pobremente habitadas, para llevarlos a Playa Blanca, supongo que para hacer negocio con la ingente cantidad de turistas que llegan a la isla. En la Isla de Barú, durante los pocos minutos que paramos, pude ver a dos policías en la arena, caminando como si estuvieran patrullando en cualquier otra parte y sin que les afectara el agobiante calor.
Nos enseñaron, de lejos, las Islas tanto las que pertenecen al Estado, como a personas privadas. Pablo Escobar tenía una islita con una casa allí, ahora del Estado, el Presidente de la República también veraneaba allí en otra isla y, cómo no, la más internacional de todas las cantantes colombianas, también tenía una islita.
Paramos en una isla que tenía un acuario, unos se quedaron, nosotros preferimos hacer snorkeling, decisión acertada a mi entender. Chocolate, nuestro guía, empezó a enseñarnos y señalarnos corales con nombres inverosímiles: "Miren el coral huevo", "aquí el coral fuego",... yo creo que se inventaba algunos de los nombres y allí los turistas no tenían cómo replicar que aquél coral no era de nombre hongo. Sea como fuere me impresionó. Tan poco profundos y tan ricos, llenos de vida. Había hecho buceo con oxígeno en España, pero ni a 18 metros se podía ver tanto como allí desde la misma superficie. Agua clara, peces multicolores y muchos corales. Chocolate había cumplido y nos llevaron a comer a Isla Barú.

La playa era preciosa pero estaba abarrotadísima de gente. Con tan sólo poner un pie te intentaban vender lo que fuera. "Le regalo señora,..." Esa era la palabra utilizada para confundir lo que de verdad querían. Te ponían las cosas en las manos para, en cuanto las tuvieras, cobrarte, dado que ya lo habías cogido y aceptado, a pesar de no saber ni cuánto valía ni de qué le habían puesto a uno en las manos. Menos mal que Chocolate nos advirtió de la triste realidad y nadie logró confundirnos. Comimos pescado, caminamos por la playa, nos relajamos un poco, buscando la sombra para no acabar quemada.
A las tres de la tarde se acordó la vuelta a Cartagena. El mar estaba picadísimo y fue una auténtica pesadilla. La lancha corría más que ninguna y chocaba tan fuerte contra el mar que, en alguna ocasión, pensé que iba a salir volando. Encima mucha más gente había subido. A un pobre chino, al que Chocolate no recordaba haberle llevado, casi le sacan de la lancha. "Usted no vino con nosotros", sentenció Chocolate. El pobre se agarró y miraba asustado, sabiendo que hablaban de él pero sin entender palabra. Intuía que le querían sacar de allí y se enganchó con fuerza a la barra de hierro. Finalmente el malentendido se arregló, pero la cara de susto del turista se me quedó grabada.

1 comentario:

lidia dijo...

HOLA PAQUI POR FIN DE VUELTA EN ESTE MUNDO GLOBERO PONIENDOME AL DIA, YA COMENSE CON TU HISTORIA MARAVILLOSA, QUE BONITO ESCRIBES Y QUE HERMOSO RELATO DE ESTE VIAJE A COLOMBIA, DESAFORTUNADAMENTE AHORA CREO QUE NOSOTROS ESTAMOS PEOR QUE COLOMBIA PORQUE LA INSEGURIDAD AQUI EN MEXICO ESTA HORRIBLE HA DESAPARECIDO TANTA GENTE COMO NO TIENES IDEA Y NI EN LAS NOTICIAS LO PASAN, EN FIN SOLO PEDIRLE A DIOS NO ESTAR EN EL LUGAR EQUIVOCADO, ESTARE ANSIOSA POR SABER QUE PASO CON ADOLFO, UN FUERTE ABRAZO