martes, 3 de mayo de 2011

Colombia Primera Parte

Nunca en mi vida había visto un país tan hermoso y tan desgraciado a la vez. No puedo entender cómo un lugar que podría ser el auténtico paraíso en la tierra se ha convertido en uno de los lugares más conflictivos del mundo, con una guerra interna que dura ya demasiado. Tierra fértil, aprovechada para el narcotráfico, un lugar en el que se trivializa la vida y la muerte, todo por culpa de un mismo denominador común. Lo cierto es que he quedado impresionada y maravillada. Pero también, por qué no decirlo, estaba asustada antes de emprender mi viaje.
Para ser sincera, nunca tuve miedo en tierras colombianas y más de uno me repitió aquella frase de: "El único riesgo es que te quieras quedar". En parte, tienen razón. Aún así, para mantener esa seguridad de la que gozan deben desplegar un auténtico arsenal de policías, militares y armas, recursos que podrían utilizar en combatir desigualdades sociales, invertir en sanidad pública, educación,... Comenté en más de una ocasión que el despliegue me parecía exagerado. "A mí me alivia verlos, sé que estoy segura", me aseguraron. ¿Por qué será que a mí me causan inquietud y no alivio? No creo que con las armas se llegue a nada. Sólo provoca más guerra, destrucción y revanchismo. Curiosamente, mientras esperaba en el aeropuerto de Bogotá, me senté a comer patacones (no sabía que me encantaba el plátano frito, pero me encanta) y, casualmente, en la mesa que elegí al azar, se encontraba un hombre de mediana edad comiendo. No recuerdo quién inició la conversación y, sin saber si es cierto o no pues no puedo comprobar lo que comentó, me dijo que él era abogado y estaba actualmente personado en varias causas contra el Estado Colombiano por actuaciones de militares en zonas rurales. Aseguraba que la única vía de acabar con la guerrilla era la negociación pacífica, "la guerra sólo lleva a más guerra y rencor". Los campesinos cultivan coca porque la guerrilla les obliga y, por otro lado, los militares les matan como si fueran guerrilleros, así se apuntan tantos. A penas duró media hora la conversación, pero en ella encontré varios comentarios interesantes y un relato amargo sobre el asesinato de un amigo cercano que era catedrático de universidad. "¿Hasta cuándo el Estado Colombiano podrá pagar tal despliegue militar? Llegará un momento en el que no le prestarán más dinero", aseguraba el señor.
La conversación me hizo pensar durante mi viaje de vuelta a España, periplo que contaré más adelante, ahora quiero pues empezar por el principio, es decir, contar toda mi experiencia colombiana.

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