jueves, 19 de mayo de 2011

Spanish Revolution

Hastío generalizado, eso es lo que hay. No tienen un nombre ni un discurso común y el movimiento aglutina gente de todas las ideologías. Españoles hartos, indignados de que la clase política no les tenga en cuenta, cansados de no tener trabajo, jóvenes sin expectativas, padres de familia, parados, amas de casa, estudiantes, jubilados... Cuando vi la primera foto de la Puerta del Sol abarrotada de gente me saltaron las lágrimas, sentí que por fin habíamos despertado.















No es nada en concreto y es todo en general. Creo que este es el inicio de un movimiento que seguirá, por lo menos, hasta las elecciones generales del año que viene. Han subestimado el poder del pueblo y lo peor que han podido hacer es prohibir las manifestaciones en diversos puntos de España, ya que ha animado a más gente a seguirla.
He leído de todo, desde quienes dicen que la manifestación es de izquierdas y se trata de una especie de complot ideado para hacer que los votantes de derechas no acudan a las urnas, otros dicen que es derechas y el movimiento va en contra del gobierno. Yo creo, sinceramente, que no es de nadie y, aunque algunos políticos han intentado subirse al carro para aprovechar el tirón, lo que ha quedado claro es que entre los manifestantes no hay una ideología homogénea, ni un discurso común, es indignación de TODOS. Los españoles estamos hartos de la situación política, con un Bipartidismo en el que no nos sentimos representados la mayoría de los ciudadanos, de la situación económica, de la altísima tasa de paro (sobre todo el juvenil),...
De todas formas debemos esperar a ver qué ocurre en los próximos meses. Tengo la esperanza de que entre todos algo puede cambiar.

viernes, 6 de mayo de 2011

Colombia Sexta Parte: de camino a Santa Marta

Cogimos un taxi dirección la estación de autobuses de Cartagena. Me daba pena dejar atrás una ciudad que casi no había tenido tiempo de conocer, pero a la vez sentía curiosidad por el resto de cosas que todavía me eran desconocidas. Cuando llegamos a la estación no había ya autobuses directos a Santa Marta así que tuvimos que coger un autobús a Barranquilla y de allí a Santa Marta. El camino fue curioso. Cada rato subían vendedores al autobús con el fin de vender alguna cosa de comer o beber, allí nunca se pierde la oportunidad de vender. El autobús circulaba a unos 60 km/hora por una carretera mal asfaltada y de doble sentido. En ocasiones, la naturaleza era tan abundante que parecía que se iba a comer la carretera. Pasamos por enmedio de innumerables pueblos en los que nadie parecía tener mas ocupación que pasar el tiempo. En los pueblos las casas parecían sencillas y las calles eran de tierra. El color me tenía fascinada. Todo estaba rodeado de un verde vibrante y muchísima luz. Cuando llegamos a Santa Marta ya era tarde pero nos dió tiempo a pasear por la Bahia de Santa Marta y comer patacones.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Colombia Quinta Parte: Cartagena de Indias 2


Pude seguir disfrutando de Cartagena sólo un día más. Caminamos por el centro de Cartagena y, durante la mañana, fuimos al castillo de San Felipe. A la vuelta, antes de coger el autobús dirección Santa Marta, pude ver calles llenas de vida. Me llamaba la atención el caos reinante en la ciudad, caos que más tarde comprobaría se extrapola a los lugares que he conocido en Colombia. Pero es un caos multicolor, con música de fondo y lleno de luz. Los coches inventan sus carriles, cuando no están pintados en el asfalto, y los peatones sortean el tráfico, inexplicablemente, sin ser atropellados.

martes, 3 de mayo de 2011

Colombia Cuarta Parte: Islas del Rosario

Ya habíamos madrugado y caminamos hasta el puerto. Desde allí pudimos coger una lancha que nos llevaría a visitar las Islas del Rosario y playa blanca, en la Isla de Barú. El guía era todo un personaje y se hacía llamar a sí mismo "Chocolate", pues era de ese color. Su manera de hablar era graciosa, aunque repetía una y otra vez los mismos tics. Parecía una persona despreocupada y feliz, aunque obviamente eso no se ve a primera vista. Cuando salimos de la Bahía de Cartagena no pude evitar pensar que la zona nueva de la ciudad, llena de edificios, se parecía enormemente a Benidorm o a ciertas zonas de Miami. En el camino de ida recogimos a personas de otras islas, pobremente habitadas, para llevarlos a Playa Blanca, supongo que para hacer negocio con la ingente cantidad de turistas que llegan a la isla. En la Isla de Barú, durante los pocos minutos que paramos, pude ver a dos policías en la arena, caminando como si estuvieran patrullando en cualquier otra parte y sin que les afectara el agobiante calor.
Nos enseñaron, de lejos, las Islas tanto las que pertenecen al Estado, como a personas privadas. Pablo Escobar tenía una islita con una casa allí, ahora del Estado, el Presidente de la República también veraneaba allí en otra isla y, cómo no, la más internacional de todas las cantantes colombianas, también tenía una islita.
Paramos en una isla que tenía un acuario, unos se quedaron, nosotros preferimos hacer snorkeling, decisión acertada a mi entender. Chocolate, nuestro guía, empezó a enseñarnos y señalarnos corales con nombres inverosímiles: "Miren el coral huevo", "aquí el coral fuego",... yo creo que se inventaba algunos de los nombres y allí los turistas no tenían cómo replicar que aquél coral no era de nombre hongo. Sea como fuere me impresionó. Tan poco profundos y tan ricos, llenos de vida. Había hecho buceo con oxígeno en España, pero ni a 18 metros se podía ver tanto como allí desde la misma superficie. Agua clara, peces multicolores y muchos corales. Chocolate había cumplido y nos llevaron a comer a Isla Barú.

La playa era preciosa pero estaba abarrotadísima de gente. Con tan sólo poner un pie te intentaban vender lo que fuera. "Le regalo señora,..." Esa era la palabra utilizada para confundir lo que de verdad querían. Te ponían las cosas en las manos para, en cuanto las tuvieras, cobrarte, dado que ya lo habías cogido y aceptado, a pesar de no saber ni cuánto valía ni de qué le habían puesto a uno en las manos. Menos mal que Chocolate nos advirtió de la triste realidad y nadie logró confundirnos. Comimos pescado, caminamos por la playa, nos relajamos un poco, buscando la sombra para no acabar quemada.
A las tres de la tarde se acordó la vuelta a Cartagena. El mar estaba picadísimo y fue una auténtica pesadilla. La lancha corría más que ninguna y chocaba tan fuerte contra el mar que, en alguna ocasión, pensé que iba a salir volando. Encima mucha más gente había subido. A un pobre chino, al que Chocolate no recordaba haberle llevado, casi le sacan de la lancha. "Usted no vino con nosotros", sentenció Chocolate. El pobre se agarró y miraba asustado, sabiendo que hablaban de él pero sin entender palabra. Intuía que le querían sacar de allí y se enganchó con fuerza a la barra de hierro. Finalmente el malentendido se arregló, pero la cara de susto del turista se me quedó grabada.

Colombia Tercera Parte: Cartagena de Indias 1


La primera noche no pude dormir. Hablé horas y horas,... salimos en plena madrugada a pasear. Cartagena dormía. Las calles estaban vacías y la luz tenue de las farolas me hacían descubrir una ciudad maravillosa. Tuve la suerte de alojarme dentro de la ciudad amurallada y la experiencia de caminar por las calles desiertas fue increible, aunque no supe cuanto hasta la mañana siguiente que todo se llenó de gente, trasiego y alboroto. Imaginaba en mi paseo personajes de las novelas de García Márquez, paseando por dónde yo lo hacía. ¡Qué lugar tan maravilloso! Volvimos al hotel a tiempo para tomar el desayuno, por cierto, riquísimo. Jugo de sandía, una tarrina con fruta tropical, un buen café y un sanwich caliente. Un buen desayuno para empezar un día que iba a ser largo.

Colombia Segunda Parte: reencuentro

Cogí el avión en España rumbo a Cartagena. Estaba nerviosa ante el viaje de 17 horas que se presentaba por delante. Tampoco sabía muy bien qué me iba a encontrar. Llegué primero al aeropuerto de Bogotá y Adolfo me vió por el cristal, aunque no pudimos coincidir hasta llegar a Cartagena. Hacía dos años y medio que no le veía, desde que dejé Alemania, más o menos, y es el novio más duradero y estable que yo he tenido. Lo cierto es que cuando él abandonó Alemania en noviembre de 2008 pensé que tal vez nunca le volvería a ver. Obviamente me equivoqué. El viaje llevaba planeándose desde hacía meses. Sólo habíamos dejado de hablar durante un período posterior a la ruptura, después seguimos, como amigos, conversando.
Nos encontramos en Cartagena y, de repente, yo estaba en Frankfurt y él me recogía en el aeropuerto. Era tan extraño el reencuentro que volví a utilizar el lenguaje que sólo utilizaba con él, poniendo diminutivos a las palabras, utilizando la mirada para decir cosas,.. Pensaba que era impresionante lo mucho que me conocía y yo le conocía a él.

Colombia Primera Parte

Nunca en mi vida había visto un país tan hermoso y tan desgraciado a la vez. No puedo entender cómo un lugar que podría ser el auténtico paraíso en la tierra se ha convertido en uno de los lugares más conflictivos del mundo, con una guerra interna que dura ya demasiado. Tierra fértil, aprovechada para el narcotráfico, un lugar en el que se trivializa la vida y la muerte, todo por culpa de un mismo denominador común. Lo cierto es que he quedado impresionada y maravillada. Pero también, por qué no decirlo, estaba asustada antes de emprender mi viaje.
Para ser sincera, nunca tuve miedo en tierras colombianas y más de uno me repitió aquella frase de: "El único riesgo es que te quieras quedar". En parte, tienen razón. Aún así, para mantener esa seguridad de la que gozan deben desplegar un auténtico arsenal de policías, militares y armas, recursos que podrían utilizar en combatir desigualdades sociales, invertir en sanidad pública, educación,... Comenté en más de una ocasión que el despliegue me parecía exagerado. "A mí me alivia verlos, sé que estoy segura", me aseguraron. ¿Por qué será que a mí me causan inquietud y no alivio? No creo que con las armas se llegue a nada. Sólo provoca más guerra, destrucción y revanchismo. Curiosamente, mientras esperaba en el aeropuerto de Bogotá, me senté a comer patacones (no sabía que me encantaba el plátano frito, pero me encanta) y, casualmente, en la mesa que elegí al azar, se encontraba un hombre de mediana edad comiendo. No recuerdo quién inició la conversación y, sin saber si es cierto o no pues no puedo comprobar lo que comentó, me dijo que él era abogado y estaba actualmente personado en varias causas contra el Estado Colombiano por actuaciones de militares en zonas rurales. Aseguraba que la única vía de acabar con la guerrilla era la negociación pacífica, "la guerra sólo lleva a más guerra y rencor". Los campesinos cultivan coca porque la guerrilla les obliga y, por otro lado, los militares les matan como si fueran guerrilleros, así se apuntan tantos. A penas duró media hora la conversación, pero en ella encontré varios comentarios interesantes y un relato amargo sobre el asesinato de un amigo cercano que era catedrático de universidad. "¿Hasta cuándo el Estado Colombiano podrá pagar tal despliegue militar? Llegará un momento en el que no le prestarán más dinero", aseguraba el señor.
La conversación me hizo pensar durante mi viaje de vuelta a España, periplo que contaré más adelante, ahora quiero pues empezar por el principio, es decir, contar toda mi experiencia colombiana.