sábado, 11 de junio de 2011

Colombia Octava Parte: Santa Marta

Nunca había visto tanta mendicidad en mi vida como la que vi en Santa Marta. Era exagerado y triste. Sucede, obviamente, también en España y cada vez nos volvemos más indiferentes ante la pobreza. No se puede dar dinero a todo el mundo y llega un momento en el que, sin casi darse uno cuenta, se ignora lo que se ve. Cuando volví a España, vi un programa de televisión en el que traían a España a integrantes de unas tribus y les paseaban por Madrid y Barcelona. Era gente que vivía en lugares remotos, con costumbres cerradas y sin casi contacto con la supuesta "civilización". Me llamó la atención cuando uno de ellos, paseando por Madrid, se fijó en la gente que dormía en la calle y se indignó. No podía entender cómo en un lugar en el que había tantas casas se podía permitir que hubiera gente durmiendo en la calle, su razonamiento era lógico, realmente no lo entendía y tenía toda la razón. Aquí dejo el pequeño fragmento (de lo que hablo está en el minuto 6:15) :




Por otra parte, Santa Marta es una ciudad cuyo centro es novísimo, las plazas están arregladas, las calles también, aunque llama la atención la cantidad de basura que hay en las playas del centro, en general está muy bien cuidado y se nota que se trata de una ciudad pensada para turistas.



Ahora mirando la foto he visto un matiz en el que no me había fijado y creo que es curioso. Simón Bolivar, el libertador, justo detrás un edificio del banco BBVA.

Una de las cosas que más me llamaron la atención fue al coger el bus para ir al parque Tayrona. Tuvimos que pasar por un mercado que era enorme y colorido (como todo allí), no sabíamos a qué autobús debíamos dirigirnos pero allí estaban los chicos del autobús que van recogiendo a gente y les informan de dónde van. Lo siguiente que ocurrió en el camino fue todavía más chocante para mí. Un chico iba encaramado a la puerta del autobús gritando a los peatones hacia dónde nos dirigíamos para, en caso de que algún peatón estuviera interesado, subirse en cualquier parte. Sin paradas de autobús definidas y con los autobuses sin direcciones fijas me preguntaba cómo la gente es capaz de saber dónde tiene que coger los autobuses, pero lo saben, inexplicablemente. La gente llega dónde quiere. Cuando llegamos al parque pregunté los horarios de los autobuses de regreso y simplemente me contestaron: "Van pasando", cosa que me inquietó un poco, pero comprendí que debía relajarme y despreocuparme pues realmente los autobuses van apareciendo.

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